El que le echa la culpa al azar

“¡Qué mala suerte tengo!” Les suena esa frase, ¿verdad? Seguro que no es la primera vez que la oyen. La fragilidad, la impertinencia y la imprevisibilidad de ese misterioso ente llamado azar le convierten en el chivo expiatorio perfecto. Ante cualquier percance, siempre le tenemos ahí, a nuestro lado, para repartir la culpa, aunque sea solo un poquito.

El debate sobre si el azar influye o no en nuestra vida (y en qué medida) es tan viejo, que pretender sentenciar sobre él en 400 palabras sería una estupidez de un calibre importante. No obstante, hace poco descubrí una película que hace una reflexión sobre ese tema de una forma muy interesante, y me permito a los lectores recomendarla si les interesa este tema, porque estoy seguro de que no les defraudará. De las perlas injustamente olvidadas que ha dado el cine de animación, esta es una, y de las gordas. Además, es de producción íntegramente española. Y pagada con una cantidad considerable de dinero público, cabe añadir.

El filme del que hablo es Peraustrinia 2004 (1990). La historia imagina un mundo en el que los avances tecnológicos y científicos son tan perfectos que han conseguido acabar con el azar, de forma que todo es absolutamente previsible. La suerte se encarna en unos pequeños seres parecidos a duendes (los “azarosos”), que son esencialmente una banda de gamberros descerebrados, pero justo eso es lo que permite que el mundo se mantenga en equilibrio. La ciencia hace que se mueran de hambre y estén al borde de la extinción. Todo ello puede provocar una guerra de proporciones desconocidas. Como ven, el tema tiene miga.

Como contrapunto, si hacemos caso a todo lo que dijeron los grandes profetas de la mecánica cuántica (Dirac, Heisenberg y compañía) llegaremos fácilmente a la conclusión de que el 99,9% de los elementos que constituyen nuestra vida se escapan totalmente de nuestro control.

Entre la premisa de la película (“el azar hace que el mundo sea perfecto”) y la de la ciencia moderna (“el azar es caótico e impredecible”) hay un largo segmento, en el cual cada uno se coloca según sus creencias, sus experiencias, o casi siempre, sus conveniencias. Así, cuando acabamos un juego en el cual hemos derrotado con claridad a nuestro adversario, no es inusual que nos digan “he perdido por mala suerte”, o “me has ganado gracias a los dados”, o cualquier otra expresión equivalente. Tal vez tenga razón, pero lo que es seguro es que la frase resulta tremendamente cargante.

Pues en nuestro día a día sucede lo mismo. A lo mejor soy injusto, pero cada vez que alguien me dice que las cosas no le van bien en la vida porque ha tenido “mala suerte”, inconscientemente me viene a la cabeza esa imagen del mal perdedor. A la vista de estos hechos, lo único que sugiero es que espabilemos todos un poco.

Publicado el 9 abril 2012 en Azar, General y etiquetado en , , . Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.

  1. La suerte la atribuímos a todo aquello que escapa de nuestro control. Si pudiésemos elegir qué número sacar en los dados no se consideraría un elemento azaroso. Es cierto, quien se las da de tener mala suerte significa que no puede controlar su vida. «Qué mala suerte que esté lloviendo» es pasable porque no podemos decidir el tiempo que hará, pero «qué mala suerte que me estoy mojando por la lluvia» ya nos adelanta que, quizás, se ha sido poco precabido en coger un paraguas. Lo más humilde sería decir «Debería haber cogido un paraguas».

    • Suscribo todo lo que has dicho, y además tu comentario me ha recordado una versión del Backgammon que hace tiempo que circula por Internet (JellyFish), con IA GnubG. En esa versión que comento podías introducir tú mismo los resultados de los dados, tanto los tuyos como los de tu adversario… Y aún así la máquina te ganaba… Tela.

  2. Nomeachantare

    Pues me se de jugadores que creen poder condicionar las tiradas de los dados mentalmente a través de la manipulación cuántica…

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