Archivos Mensuales: julio 2012

El que elige mal sus objetivos

Los juegos que incluyen subastas pueden provocar fácilmente que nos equivoquemos de objetivos. En la imagen, Alta Tensión.

Está muy de moda en estos momentos la literatura de la autoayuda. Bueno… Mentira, en estos momentos no. La bromita esta de la autoayuda ya hace años que dura. Lo más antiguo que recuerdo en este sentido son los libros de Paulo Coelho, Jorge Bucay y otros individuos de ese mismo gremio, y ya hace unos añitos que circulan por el mundo. Y es probable que, antes de esos, ya hubiera otras cosas. Lo más curioso es que siempre se encuentran entre los libros más vendidos del mercado.

A pesar de que cada gurú vende de forma distinta su infalible método para ser feliz (con grandioso éxito, como podemos comprobar indefectiblemente día tras día), el discurso predominante es el siguiente: “lucha por tus sueños y conseguirás todo lo que te propongas”. Y no digo que no sea verdad hasta cierto punto, ni digo que sea innoble luchar por los objetivos propios. Pero el verdadero problema es… ¿Y si resulta que en realidad nuestros sueños son una mierda?

Entre tanto consejero que me dice cómo convertir en realidad mis objetivos, echo mucho de menos a alguien que me me guíe en qué objetivos elegir. Cómo elegirlos. Con qué criterio. Si le dan un par de vueltas al tema verán en seguida que no es ninguna idiotez. De mi vida misma podría poner ejemplos de cosas que me he sacrificado por conseguir, y que una vez que las he tenido no han hecho más que traerme problemas, algunos graves. Ahora no quiero aburrir al lector con detalles nimios, pero seguro que si cada uno hace un ejercicio de sinceridad en su fuero interno verá lo que quiero decir. Y si no, mi más sincera felicitación.

Una vez lo viví en el mismo Club Amatent, en una partida al Ciudadelas. Estábamos en la que previsiblemente sería la última ronda del juego, y sólo necesitaba un distrito más para cerrar la ciudad. En la elección de roles me pasaron asesino, obispo, condotiero y ladrón. La jugada estaba clara: con coger el asesino y matar al condotiero tenía suficiente, la ciudad quedaba protegida y la victoria casi segura. Pero como había otro rival que también iba a cerrar la ciudad ese turno, me obsesioné con plantar una carta cara. Así, cogí el condotiero para poder robar algunas monedas extras. El condotiero fue asesinado y perdí la partida. Objetivo equivocado.

Algo parecido me ocurrió jugando al Goa. De hecho, creo que este es un mal bastante frecuente de los juegos que incluyen algún sistema de subastas. Me marqué como objetivo ser, durante toda la partida quien más dinero tenía, para salir con ventaja en todas las subastas. Y de hecho lo conseguí. Sólo me sirvió para quedar el último.

Los juegos, como la vida, nos demuestran que lo mejor no es siempre sinónimo de lo bueno, y que lo que nos gustaría no tiene por qué coincidir con lo que nos conviene. Nos incitan constantemente a que luchemos por cosas, sin obligarnos a parar a pensar, antes, si tienen algún sentido. Estaría bien plantearse que quizás, y sólo quizás, algún día podremos llegar a burlarnos de nuestras propias ilusiones.

Estoy muy lejos de desear que el lector me meta en el saco de los autayudadores profesionales, pero por una vez, le daré un consejo que a lo mejor le es de alguna utilidad en la vida. Sea práctico, amigo lector. No se deje seducir por sus propias ideas. Puede que sean estúpidas. Al fin y al cabo, ganar es lo único que cuenta.

El que agota al rival

Aparentemente, el agotamiento del rival no está en los planes de nadie. O por lo menos, no de entrada. Pero el caso es que muchas veces se da esa situación de hastío mental en la cual ya no importa ganar o perder. Cualquier cosa, con tal que se acabe la partida de una puñetera vez. Y lo cierto es que ganar así es tan legítimo como ganar de cualquier otra forma.

En la vida me he encontrado varias personas dispuestas a no rendirse nunca. Explicado así, pocas personas podrían decir que no es una virtud. Pero a veces les pasa que no encuentran a un adversario que esté a la altura. Esa predisposición a no rendirse nunca resulta cansina para muchos.

Analizando el problema, está claro que no todas las personas le damos el mismo valor al hecho de ganar. Para algunos es una forma de vida, mientras que para otros sólo es una forma de matar el tiempo. Y aún hay unos terceros, entre los que me incluyo, que valoran mucho la victoria, pero que si no la consiguen saben que otro día y en otro juego se darán el placer de ganar. Pero hay un tipo de jugador que está predispuesto a marear al rival hasta que no le quede más remedio que apartarse del juego. Para este adversario, lo más importante no es hacer un juego brillante. No es, ni tan sólo, ganar. Sólo que el contrario se retire. Demostrar que se es más. Y que el otro se ha empequeñecido.

¿Y cómo suelen actuar estos sujetos? Comienzan con una cierta sorna, con un cuestionamiento constante de todo lo que se hace. Que si esta no es la acción pertinente, que si con esta estrategia te voy a fundir, que si no durarás ni dos turnos, que si no te has estudiado bien el reglamento… Que nadie se asuste; eso no suele tener nada que ver con que lo estemos haciendo bien o mal. Como todo en esta vida, es una estrategia. Para que nos sintamos incómodos. Y para que empecemos a pensar que realmente no estamos al nivel exigido.

Otra característica importante del que agota al rival es que es un bocazas. Revela constantemente todo lo que va a hacer (es un tío transparente, eso sí que lo tiene). Tendrá la amabilidad de contarnos, con todo lujo de detalles, cómo piensa darnos la soberana paliza. ¿Verdad que de entrada parece una táctica bastante idiota? Pues no lo es. De esta forma consigue, aunque sea inconscientemente, que las acciones de su rival sean previsibles. Así, prosigue con el objetivo de llevarse la partida a su terreno.

El golpe de gracia es que el que agota al rival hace que la partida se alargue una eternidad. Si ya sus constantes idas y venidas por el reglamento, sus sobrantes comentarios y sus interminables análisis/parálisis hacían el juego más extendido de lo normal, sus acciones de la partida también van encaradas a ese objetivo. Normalmente, llegados a este punto, el rival valora que ha hecho lo que ha podido y se retira. Y no le importa pensar en que aún podía ganar, sólo quiere alejarse de esa mesa de juego.

Ganar porque el rival se rinde no me gusta en absoluto. Siempre me deja en el cuerpo esa sensación tan desagradable de victoria poco digna. Pero no me quejo. Muchas veces, soy yo el que se retira de la partida. A veces una retirada a tiempo es más resultona. Y siempre se puede soltar alguna frase del estilo “con tu pan te lo comas”.

El que pasa la noche en blanco

La noche del 22 al 23 de junio, mientras muchos guardaban energías para la verbena de San Juan, algunos ya quemábamos la noche entre los tableros, aprovechando la nocturnidad para empezar a trazar nuestras estrategias preferidas. L’Espai Jove de Sant Andreu de la Barca, en colaboración con los amigos del Club Amatent, celebró la primera noche lúdica en esta localidad, bajo el título «La noche más corta, la noche más larga de juegos». Aquí podéis encontrar una pequeña crónica de todo lo que sucedió la que fue (y de verdad) la noche más corta del año.

Todo empezó con una breve cena en la que empezamos a coger calorías para la larga noche que nos esperaba, probando todos los juegos habidos y por haber.

Posteriormente, la noche continuó con una variadísima ludoteca que fue ampliamente explotada por todos. El sistema de funcionamiento es sencillo: todos traemos juegos, todos explicamos reglamentos y todos jugamos. Nuestra pasión nos hace mantenernos toda la noche no sólo despiertos, sino también emocionados, con la sensación en nuestro cuerpo de que hemos invertido bien muchas horas. En la foto, un montón de valientes le dan fuerte al exitoso juego Smallworld.

En la siguiente foto, un servidor se echa un «Ciudadelas» con dos bellas contrincantes, juego que nunca fue terminado. Mejor. En la primera ronda de juego ya llevaba un personaje asesinado y otro robado. Así es imposible ganar una liga. Por cierto, chicas, ¿para cuándo terminamos la partida?

El motivo de la interrupción, cosa que normalmente no permito que suceda, fue por una buena causa. Un torneo de Hanabi, que muy amablemente organizaron los responsable del evento, con el propósito de hacer la jornada nocturna un poco más competitiva. Aquí podéis ver a los ganadores. Entre ellos, dos miembros fijos de la familia Amatent. Enhorabuena, chicos. Que se note que hay nivel.

La noche siguió con un montón de juegos, algunos nuevos. En la siguiente imagen, explico el Race for the Galaxy a algunos de los amigos que se acercaron a jugar con nosotros. Perdí. No era mi noche, eso está claro. Pero no hay problema. Ahora ya estoy seguro que habrá noches mejores.

El juego prosiguió con una agónica partida al Goa liderada por Freddy. No fue la única lección que tuvimos la suerte de recibir de él durante la noche. En la siguiente imagen le podéis ver haciendo de master en el Mansions of Madness.

Por si no hubiera habido suficiente dosis de horror, de primigenios, de monstruos y de otros bichos similares, algunos valientes se atrevieron con un Arkham Horror. Ni más ni menos que a seis jugadores, cuando el juego es una verdadera agonía. Os felicito, chicos. Aguantasteis como campeones mientras yo me dedicaba a estrenar mi Kulami.

Así, horas pasando, cartas jugando, cubos moviendo y algunos dados tirando (yo os aseguro que esto último ni hablar), la noche fue pasando con mucha diversión, estrategias, ansiedades por ganar, victorias, derrotas y algún que otro premio. Casi ocho horas lúdicas ininterrumpidas, pero sobretodo, gente. Porque, para quien aún no se haya enterado, de eso es de lo que van los juegos. De gente. De conocernos más y mejor, de disfrutar de las vicisitudes de una partida pero también de gente maja. Personas de todas las edades, de todas las ciudades y todas las condiciones, unidas con el sencillo y sorprendente propósito de enfrentarse, con la mente, con el ingenio y (por qué no decirlo) con la suerte.

Esto es lo que da de sí una noche de amistad y juegos. Lo bueno es que siempre se está a tiempo de unirse a la fiesta. A quienquiera que lea estas líneas, un apasionante mundo os espera. No necesitáis experiencia previa, ni credenciales. Sólo ganas de disfrutar. Ya estáis tardando.